Algo que todo estudiante debería hacer
al menos una vez en la vida: irse de Erasmus.
Vivir un periodo de tiempo en otro
país, relacionarte con gente de todas partes del mundo, practicar y
estudiar en otro idioma, introducirte en una cultura totalmente
diferente a la tuya, crecer como persona, romper miedos y abrir tu
mente. Esto, entre otras muchas cosas, es lo que te aporta tener una
experiencia internacional.
Para mi el Erasmus fue abrir una puerta
para entrar en una sala llena de muchas puertas más. Recuerdo
perfectamente casi cada día vivido. Todo te parece mucho más
atrayente y excitante, todo te hace más ilusión, tu predisposición
hacía las cosas es mucho más positiva, eres tú mismo más que
nunca, vives todo con mayor intensidad y te dejas llevar porque sabes
que es poco tiempo el que vas a estar. Aún así las amistades que
haces terminan siendo para toda la vida y los momentos que vives
nunca serán comparables con nada. Mi Erasmus en Ilmenau, Alemania
fue mi primera gran experiencia internacional y detonante de muchas
otras. Y desde luego cuando volví a España me sentía otra.
Absolutamente todo lo que te hayan
contado seguramente será verdad, aunque existen algunos “Mitos del
Erasmus” que tampoco hay que creerse al 100%:
-Los alumnos Erasmus no van a clase
y aprueban las asignaturas. A
ver, tienes
que ir a clase y hacer tus
exámenes como todo el mundo. Lo que pasa es que suelen ponerle las
cosas un poco más fáciles a los estudiantes extranjeros (y no
siempre) porque entienden que les puede costar un poco más que al
resto por cuestiones de idioma, pero eso no quiere decir que te vayan
a regalar nada. Si no vas a
clase y no te presentas a tus exámenes date por suspenso.
-Los
alumnos Erasmus están todo el día viajando a otros países. Es
verdad que estudiantes que van
a un continente diferente al suyo aprovechan
para viajar todo lo que pueden porque están muy lejos de su casa y a
saber cuando van a tener la oportunidad de hacerlo otra vez, pero
hay que tener dinero. Las becas que te dan normalmente no son como
para dar la vuelta al mundo ni mucho menos, por lo que muchos
estudiantes de intercambio no pueden permitirse el lujo de viajar.
-Los
alumnos Erasmus lo único que hacen es salir de fiesta.
Hay que tener en cuenta que los estudiantes de intercambio suelen
tener muchas menos asignaturas que el resto de estudiantes (yo
por ejemplo en su día sólo tuve 3 asignaturas y
una de ellas no tenía
clase),
por lo que se tiene mucho más
tiempo libre. Y a la vez
estás viviendo un periodo
muy corto de intercambio, por lo que tienes muchas más ganas de
aprovechar el tiempo. No es que todo el tiempo libre se invierta sólo
en fiestas, pero desde luego la residencia se pisa lo imprescindible.
-Los
alumnos Erasmus adelgazan y las alumnas Erasmus engordan. Cambias
totalmente tu rutina habitual, pruebas diferentes comidas y bebidas,
hay días en los que eres capaz de estar despierto 36 horas y
“noches” en las puedes dormir 15 horas seguidas, no paras de
hacer cosas a lo largo de todo el día y es fácil que pierdas la
cuenta del número de cervezas que te has tomado. Todos hacemos
exactamente lo mismo, sin embargo los chicos vuelven a su país más
delgados y las chicas más gordas. Esto es así y no tiene ninguna
lógica.
-Los
alumnos Erasmus terminan rompiendo sus relaciones de pareja. Eso
de que TODO
EL MUNDO
rompe con el
novio/novia que tiene en su
país al
irse de intercambio es una de
las razones que más asusta a algunos a la hora de decidir
si aceptar el
Erasmus o no.
Si es verdad que al estar constantemente conociendo gente nueva y
viviendo experiencias muy intensas es fácil conocer personas
que te atraigan
y conecten
contigo, algo que puede contribuir a que tu relación de pareja
termine con el tiempo, pero también he conocido mucha gente que se
ha ido de intercambio teniendo pareja y en ningún momento su
relación se ha visto afectada. Esto
obviamente depende
de cada uno.
-Los
alumnos Erasmus sufren depresión “post-Erasmus”. Totalmente
cierto. No conozco a nadie que se haya ido de Erasmus y no haya
vuelto a su país con toda la pena del mundo en todo lo alto. Los
primeros 3 días son
maravillosos porque a todos
nos gusta estar de vuelta y ver a nuestra familia y amigos, pero después... ¡PUM! Nos
venimos abajo. Y
es normal, se
pasan
muchas cosas en muy poco tiempo. No hay que contarlo, hay que
vivirlo.
Yo
le recomiendo a todo el mundo que pueda que se vaya, porque no
conozco a nadie que haya tenido una mala experiencia, todo
lo contrario. Piensa que
a nivel
económico la universidad siempre te va
a ayudar.
El programa Erasmus concretamente suele contar con buenas becas
mensuales, que hacen posible que todo el mundo pueda permitirse la
experiencia, aunque cada Comunidad Autónoma es un caso aparte.
Y en
cuanto a número de plazas, es muy raro que se cubran cada año todas
las que la universidad ofrece porque
al final no tanta gente se va.
Si por lo que sea has quedado fuera de la primera lista oficial de
admitidos, sólo tienes que insistir cuando pase un poco el tiempo.
Muchos estudiantes renuncian a su plaza y llega
un momento en el que ya no te van a llamar; si
nadie las reclama se quedan vacías.
Siempre y cuando cumplas los requisitos mínimos para un intercambio,
que suelen ser un número determinado de créditos superados y un
examen del idioma del país de nivel B1, puedes conseguir una plaza
siendo un poco insistente. Si
quieres, puedes.
Aunque,
pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿Quién
sería aquel que bautizó por primera vez este programa de
intercambio con el nombre de “Orgasmus”? No me hace falta
preguntarme en qué estaba pensando.
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