Hay un utensilio por ahí muy conocido
entre los viajeros, que se supone que tiene la finalidad de hacer el
viaje de cada uno más cómodo. Este utensilio, llamémoslo almohada
(esa especie de cosa en forma de U), tiene la gracia de sostener tu
cuello cuando viajas en un transporte para que el trayecto resulte
más cómodo y, al mismo tiempo, tiene un formato reducido para que
no ocupe demasiado espacio. Esta es la almohada de la que estamos
hablando:
Hay varios modelos diferentes; los más
habituales son los hinchables, los que llevan bolitas relajantes y
los que son rígidos como un cojín. Como siempre pasa en estos
casos, tienen sus ventajas y sus inconvenientes:
-Los hinchables: ocupan muy poco
espacio pero son la cosa más incómoda del universo. Yo no puedo
arrepentirme más de haberme comprado uno. Creo que sólo lo utilicé
en un viaje y seguramente durante los primeros 10 minutos ¡Pero que
horror de aparato mal hecho! Las almohadas hinchables en general
nunca me han parecido cómodas, pero esta encima tiene el detalle de
tener una costura exterior que te corta el cuello mientras intentas
dormir. Para utilizar esto mejor no utilizar nada.
-Los que llevan bolitas relajantes:
aquí entramos un poco en la casa de Ágata Ruiz de la Prada. Yo creo
que estos cojines se pusieron de moda porque los hay de todos los
colorines y diseños, pero eso es todo lo que tienen de estupendo,
que son “monos”. Fin. No estoy diciendo que no sean cómodos, lo
son, pero ocupan un espacio bastante mayor que los cojines hinchables
y, a parte, están hechos con esa especie de material como de media,
que cada vez que lo metes en la maleta y la cierras piensas “espero
que no se haya enganchado con la cremallera”. No creo que su
esperanza de vida sea mucha.
-Los que son rígidos como un cojín:
en mi opinión los más cómodos. Son rígidos, pero blanditos.
Puedes acomodarte estupendamente en esa U sin que se te hunda como
pasa con los de bolitas. Aunque estos tienen un gran problema y es
que ocupan muchísimo espacio. No pueden apretarse tanto como los
otros, por lo tanto puede ser que en nuestro equipaje no tengamos
espacio suficiente como para poder llevarlo.
El espacio que ocupan es directamente
proporcional al confort que ofrecen, esto es así, por lo que el
problema general aquí es que hay que renunciar a algo. O
sacrificamos un poco nuestro confort o sacrificamos un poco de
espacio. Yo ya he llegado a la conclusión de que no me merece la
pena sacrificar ni espacio ni confort.
Al final con las tonterías nunca llevo
nada y he encontrado mi truco maravilloso para que no se me caiga la
cabeza y destrozarme el cuello. Una botellita pequeña de agua. Puede
que no quede muy glamuroso, pero si te la pones en el hombro y la
sostienes con la cabeza estás bastante más cómodo y no tienes que
andar con almohadas parriba y pabajo. Puede que algunas personas se
te queden mirando raro, pero es un pequeño precio que hay que pagar.
Aunque pase lo que pase nunca podré
dejar de preguntarme: ¿Alguna vez me desmayaré del susto por
despertarme en un avión pensando que estoy en mi cama?
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