martes, 3 de marzo de 2015

El Mejor Invento del Mundo

No es fácil comprobar el peso de una maleta en la báscula de nuestra casa y cualquiera se fía de nuestros cálculos aproximados “a ojo”. Nos asalta la duda, ¿Nos habremos pasado?, ¿Tendré que quitar algo?, ¿Podre meter un vaquero más? Por eso es inevitable llegar al aeropuerto con palpable tensión, como si supiéramos que vamos a suspender un examen, porque no tenemos claro que nuestra maleta vaya a pasar la prueba.

Vamos a facturar con el pulso acelerado y para nuestro horror la maleta pesa 3 kilos de más. La mujer del check-in, que no tiene corazón, me dice que tengo que quitar algo, porque así no puedo pasar... ¿Quitar algo? Pero, ¿el qué? Qué me voy para 6 meses ¡ya llevo todo más que ajustado!

Pues nada, le da igual. Así que abres la maleta delante de to quisqui y montas un espectáculo de bragas y camisetas, buscando aquello que no sea absolutamente imprescindible (difícil).

Y en esta situación, nos encontramos ante los siguientes escenarios habituales:

Escenario A: la persona que ha venido conmigo al aeropuerto tiene que coger mis cosas y llevárselas sin más remedio.

Escenario B: he ido solo al aeropuerto, no hay nadie que pueda llevarse mis cosas. Me toca pagar los kilos extra y estamos hablando de entre 10 y 20 euros por kilo (eso con suerte), dependiendo de la compañía aérea... ¡Ha dolido!

Escenario C: también solo y con menos euros disponibles o con más orgullo ante la injusticia. Me ha tocado tirar a la basura algunas de mis pertenencias. También duele...

Escenario D: solo y con mucha dignidad, terminas poniéndote capas y capas de ropa, al más puro estilo cebolla, con tal de no tener que pagar ni quitar nada. Parece una idea de fruto genio, pero eso hace aguas por todos lados. Las capas tienen un límite y tu incomodidad también.

Escenario E: este escenario yo creo que es esa gran leyenda urbana de que “si el tío del check-in se enrolla, te deja pasar kilos de más sin problema”. Que me digan a mi quien es ese “tio enrollado” y en que aeropuerto trabaja, porque os aseguro que nunca me lo he encontrado.

Pero un día todo mi sufrimiento acabó. El día que descubrí en una tienda de maletas, hace hoy casi 3 años, el objeto que cambiaría mi vida para siempre.



Uno de mis objetos más preciados, que ha marcado un antes y un después en el arte de hacer maletas. Porque me ha salvado de muchos apuros, porque me hace llegar al aeropuerto con la mayor tranquilidad del mundo, porque me lo pone muy fácil, porque “sin ti no soy nada”; el peso de maletas, mi mejor amigo.

Muchos ya lo conoceréis. Yo desde luego no supe de su existencia hasta ese momento, pero me pareció la solución perfecta. Haces tu maleta, la cuelgas del gancho y arriba. Sólo hay que mantenerlo firme con las manos un momento. Te marca los kilos con total precisión y ya podemos respirar tranquilos e irnos al aeropuerto con la cabeza bien alta.

Para esas personas que, como yo, viajan mucho y siempre tienen que ir cargadas con todas sus pertenencias lo recomiendo mil. Es mejor comprar uno bueno, porque eso tiene que soportar mucho peso y la idea no es romperlo a la primera de cambio, que es lo que pasa con los que son de mala calidad. Pero os aseguro que no resulta tan tan caro y desde luego en mi caso, ha sido una gran inversión.

Escenario : pon mi maleta a prueba todo lo que quieras, porque voy a sacar un 10.

Aunque, pase lo que pase, nunca podré dejar de preguntarme: ¿Por qué el límite de kilos está en un número tan poco redondo como el 23?

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